¿Es la piel el reflejo del ritmo de vida?

¿Es la piel el reflejo del ritmo de vida?

No en vano se dice que el rostro es el espejo del alma. Cuando se entienden las múltiples conexiones que existen entre la piel y el sistema nervioso, se corrobora este añejo refrán.

Esta relación es tan antigua como la vida y se fundamenta en un origen embriológico común: ambos sistemas se forman a partir de la misma capa, lo que les confiere una conexión que perdura hasta la vida adulta. Así pues, sistema nervioso y piel están íntimamente relacionados de forma fisiológica.

Pero… ¿realmente las alteraciones en nuestro ritmo de vida afectan a nuestra piel? La respuesta es que sí, e incluso sucede desde que nacemos sin que lo notemos. Muchas de las enfermedades dermatológicas más frecuentes, como las dermatitis, la psoriasis o el acné, tienen exacerbaciones que se relacionan con cambios en situaciones emocionales.

Ese enemigo llamado estrés…

Ya sabemos que la vida tiene momentos en los que sentimos gran carga emocional por problemas de diferente índole y que eso afecta a nuestro cuerpo y a nuestras relaciones. Pero debemos ser conscientes de que esto también tiene consecuencias internas. El estrés psicológico hace que se alteren visiblemente ejes de la homeostasis interna, lo cual podemos ver reflejado en un deterioro de nuestra piel.

Esto sucede porque el estrés induce un estado de activación hormonal que, si perdura en el tiempo, puede alterar el equilibrio hidroelectrolítico de nuestra piel, y en específico de zonas como el rostro, las manos o el cuello. Pero ¿por qué? Hay que observar que es en esas zonas donde se sitúa gran cantidad de receptores somato-sensoriales. La relación existente entre terminaciones nerviosas hace que se cree una tormenta hormonal e inmunológica que prepara al cuerpo para la acción. Esa preparación fisiológica para la activación pasa factura a nuestra piel. Se produce más vasodilatación y la piel se enrojece, sudamos y, como consecuencia, nuestra piel se deshidrata. Además, nuestro sistema inmune se activa y libera unas moléculas denominadas citoquinas, como la histamina, necesaria para procesos de activación tisular, pero que puede producir reacciones alérgicas y causar prurito, escozor o descamación.

Como vemos, existe una relación cutánea con el sistema nervioso y el sistema inmune. A pesar de que estas reacciones de activación inicial son beneficiosas, su persistencia ocasiona efectos como agobio o ansiedad. Es entonces cuando la sobrecarga hormonal puede producir un bloqueo emocional en nuestro sofisticado entramado cerebral. Y esto sucede porque el sistema nervioso central envía miles de neuropéptidos y neurotransmisores que transmiten estímulos a la piel de forma reiterada y en demasía. Eso hace que aparezcan signos externos como flacidez facial y envejecimiento prematuro y que se incremente la susceptibilidad a enfermedades dermatológicas por el aumento de la inflamación tisular.

Consejos

  • Nuestra piel hablará de nuestro estado de bienestar interior, aunque no queramos. Así que es necesario cuidarla con mayor esmero cuando estemos inmersos en épocas en que sintamos malestar, agobio o nos cueste superar algo más el día a día.
  • Aconsejamos realizar ejercicio suave, ya que las endorfinas naturales contrarrestarán el efecto activador del estrés. Otras terapéuticas, igual de efectivas, podrían englobar la meditación o el yoga, que nos ayudan a controlar y asentar nuestras emociones.
  • Asociar una alimentación variada, con abundantes vitaminas y minerales, y, cómo no, una ingesta hídrica importante hará que nuestra piel no sufra hoy lo que la vida nos tiene preparado para mañana.
  • Y, sobre todo, relájate, tómate tiempo para ti y disfruta de los tuyos.

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